Dos cuerpos llenos de intoxicación etílica, unidos en alma, separados en cuerpo, se refugian en sonidos que desnudan sus sentimientos. Sonidos que provocan un desequilibrio de oxitocina, descoordinación de los dedos y la mente, de las ganas de escribir y la razón, de estar o soltar.
Figuras retóricas que me recuerdan esos minutos que te tuve, momentos efímeros que se desvanecen cuando la conciencia y la razón calman la percepción alterada de los sentidos.
Somos minutos, somos segundos donde imagino un “olvidé las llaves, no te vayas a dormir”.