Construyeron una vida juntos, envejecieron y crearon toda una ciudad en sus sueños. Sin embargo, él se dio cuenta de que todo aquello no era real y quería regresar. Para poder despertarla del sueño que estaban compartiendo, él implantó en la mente de ella una idea: «su mundo no era real». Esta idea se convirtió en una obsesión, incluso luego de despertar y regresar a la realidad, levándola a su muerte una noche de aniversario en el hotel The Fairmont, en Los Ángeles.
Este concepto de una idea implantada que cobra vida propia es interesante porque ilustra cómo nuestras percepciones de la realidad pueden ser alteradas de manera irreversible. La realidad no es simplemente lo que percibimos, sino lo que creemos que es real. Cuando esa creencia se debilita, la realidad misma puede desmoronarse, llevando a consecuencias devastadoras.
La delgada línea entre la realidad y el sueño.